🌿♻️ Bioplásticos agrícolas: el fin del acolchado plástico tradicional está cerca
- David Gaxiola Gallardo
- 30 abr
- 2 Min. de lectura
Cada temporada, millones de hectáreas en todo el mundo se cubren con plásticos agrícolas, especialmente para el acolchado de suelos. Este sistema, aunque útil para controlar malezas, conservar humedad y aumentar la temperatura del suelo, ha generado una alarmante acumulación de residuos plásticos no degradables. Pero eso está por cambiar. Gracias a la innovación científica, una nueva generación de bioplásticos agrícolas biodegradables está lista para transformar el manejo de suelos… y el futuro del campo.

Durante años, agricultores han usado películas de polietileno para acolchar cultivos como tomate, melón, calabaza, fresa o sandía. Estas láminas reducen la necesidad de herbicidas, aceleran el desarrollo del cultivo y mejoran la calidad del fruto. Sin embargo, una vez finalizado el ciclo productivo, retirar, recolectar y desechar el plástico representa un gran problema: costoso, contaminante y muchas veces imposible de gestionar correctamente.
Ante esta situación, investigadores y empresas han desarrollado bioplásticos agrícolas diseñados para cumplir la misma función, pero con un destino muy diferente: desaparecer sin dejar rastro. Hechos a base de almidón, ácidos polilácticos (PLA) o mezclas con materiales compostables, estos acolchados biodegradables se degradan directamente en el suelo al terminar el ciclo del cultivo, sin necesidad de ser retirados.
¿Por qué es esto un cambio tan importante?
✅ Ahorro en costos de recolección y disposición final de residuos.
🌱 Reducción drástica de contaminación plástica en campos y suelos agrícolas.
🌎 Cumplimiento de normativas ambientales cada vez más estrictas.
👨🌾 Facilidad de manejo para el productor rural, especialmente en regiones sin sistemas de reciclaje.
Además, los bioplásticos agrícolas no afectan negativamente al cultivo. Las pruebas de campo en hortalizas y frutales han demostrado que mantienen la misma eficiencia que los acolchados convencionales, tanto en control de malezas como en conservación de humedad y temperatura. Algunos incluso aportan materia orgánica al degradarse, mejorando la salud del suelo.
En países como Italia, España y China, estos materiales ya están ampliamente regulados y promovidos por políticas públicas. En América Latina, su adopción comienza a crecer, especialmente entre productores agroecológicos, exportadores con certificaciones ambientales y cooperativas que buscan reducir su huella ecológica.
Eso sí, el precio sigue siendo uno de los obstáculos: los bioplásticos son entre un 20% y 50% más caros que el plástico convencional. Sin embargo, cuando se considera el costo total del proceso (mano de obra para retiro, transporte, disposición), el balance resulta más favorable. Y con la presión internacional por sostenibilidad y trazabilidad, usar bioplástico agrícola se perfila no solo como una buena práctica… sino como una necesidad comercial.
Hoy, el campo enfrenta una decisión: seguir cubriéndose de plástico que deja huellas por décadas, o apostar por soluciones que protejan tanto el cultivo como el planeta. La tecnología ya está lista. El fin del acolchado plástico tradicional no solo es posible: está a la vuelta de la esquina.
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